Alguien escucha

12.07.2023


A lo largo de la vida, se suele participar en diversas instituciones educativas, religiosas, políticas, económicas, artísticas, etc.

En cada una de ellas, se sufren diversos atravesamientos propios de sus características y objetivos, así como de sus vicios e inadecuados funcionamientos.

Un problema endémico en casi todas estas organizaciones es: "se habla demasiado, se dice poco y no se escucha al otro". Los roles se contaminan y la mentira juega su papel, estando la falta de respeto y una ética dudosa a la orden del día.

Encerrona de discursos vacíos, arrastra a personas sensibles y empáticas a un lugar de sufrimiento y elevado costo psíquico, quedando solas ante tanta locura. Sordas instituciones, callado padecer. Resuena de fondo una perversa frase: "no vale la pena quejarse, así funciona el sistema".

¿Qué sucede cuando se vive en la impostura, y de pronto alguien escucha a almas silenciadas?

Ojos se abren, expresiones de sorpresa, decir-es de incredulidad. Palabra escuchada, un relato vivo que se sacude, vibra y desenmascara.

La palabra cobra materialidad en el oído de quién escucha, el vacío de la soledad comienza a desaparecer. ¡Es posible un cambio, se siente como renacer!

En la actualidad, aquello que debería ser regla se transforma en excepción: ser escuchado es un privilegio que maravilla. Terrible síntoma de una sociedad enferma, cuya cura comienza por "destapar las orejas".

Históricamente se ha infundido miedo a quienes quieren denunciar: "mejor no digas nada, no sea cosa que…".

¿Pero será mayor el temor a decir, o animarse escuchar y sostener aquello que le pasa al otro?

Te invito a pararte frente a la vida, espantar esos fantasmas impuestos socialmente, vibrando desde un decir y una escucha responsable. Los sonidos cobran consistencia, el vacío pierde entidad. Se siente mágico. ¡Carpe diem



H.R: Hablamos de las instituciones, ¿pero qué ocurre dentro de las familias? Por ejemplo, qué ocurre cuando no somos escuchados, o al menos nuestros pensamientos más profundos no tienen lugar y entonces nos callamos o cambiamos a una temática más posiblemente aceptada.

G.R: La familia es el primer círculo social de pertenencia, constituyéndose en base de la crianza y sostén del individuo. A pesar de este rol fundamental en el desarrollo, la comunicación no suele ser sencilla. Entran en juego procesos de identificaciones y diferencias con modelos propuestos, cobrando relevancia ciertos mandatos que rigen en el discurso, a modo de "verdades reveladas".

H.R: ¿Qué sucede cuando algún integrante de la familia, cuestiona el discurso imperante?

G.R: El rebelarse tiene consecuencias, siendo tildada la persona como la "oveja negra" del grupo. En un principio, portar esa diferencia se siente como un difícil peso, pero en otro momento será la llave para un sano crecimiento.

"Decir todo" a otro es un imposible. Guardar silencio, no implica callar lo sentido, sino que existe sabiduría en aprender que temáticas se hablan en cada espacio y momento.

H.R:  ¿Qué ocurre en nuestros círculos sociales?

G.R: Muchas veces, aquello que no se dice en las familias, tiene lugar en los grupos de pertenencia exogámicos, cobrando así gran relevancia los amigos. "Es mi mejor, le digo todo, sabe todo de mí"

Pero a un mejor amigo, ¿se le puede contar todo?

Una fantasía muy difundida es: "un amigo no te critica, te respeta y siempre te acompaña".

Pero tarde o temprano, aparece una temática en que es muy difícil opinar por el bien del otro, sin caer en la tentación de juzgar, imponiendo el propio pensamiento.

H.R:  ¿Hay cosas que simplemente debemos hablarlas con nosotros mismos? ¿Qué rol tiene el psicólogo dentro de esta necesaria escucha?

G.R: La historia de cada persona es su tesoro más valioso. Cuidarla y no ventilarla con cualquiera, es parte de respetarse a uno mismo.

En el espacio de atención psicológica, se brinda un lugar a quien necesita ser escuchado. Dicha escucha presenta características diferentes a la que pueda brindar un familiar, amigo o pareja, posibilitando la expresión de algunas cuestiones que una persona "no se anima, no quiere o no puede" hablar en lo cotidiano de su vida, con aquellos que lo rodean.

Un psicólogo escucha diferente: recorta el discurso del paciente, interrogando su mundo interior. Abre caminos a las emociones, en su conexión con los decir-es del sujeto.






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