"Un Falcon azul metalizado modelo sesenta y siete" 

Nuevo Libro de Sergio Giuliodibari 

Termino de leer un libro de Sergio Giuliodibari y al instante empiezo a buscar en donde quedaron mis partes dispersadas. Como buen ingeniero no deja nada librado al azar; afila sus palabras con un don privilegiado, aunque desconfíe de la literatura y de sí mismo, arremete en profundidades poseídas por la belleza. 

Escritor argentino radicado en la ciudad de Mar del Plata , acaba de estrenar su nuevo libro y aquí nos brinda, entre preguntas, su peculiar mirada sobre el Arte y el mundo.


HR : ¿Cuando comenzaste a escribir?

S G: Reconozco en mi escritura tres comienzos: uno cuando escribí mi primer texto con pretensiones literarias, otro cuando decidí que la escritura iba a ser un oficio, y un tercero cuando fui capaz de escribir algo suficientemente bueno como para considerarlo publicable. Mi primer comienzo fue, entonces, a los diez años, cuando escribí una poesía que era casi una copia fiel de algo que había leído por ahí; el segundo, a los diecisiete, cuando tuve la responsabilidad del "área literaria" de la revista que todos los años publicaba quinto año de mi colegio secundario, y el tercero a los veintidós o veintitrés, cuando en el taller de Osvaldo Rossler desarrollé algunos de los poemas que luego formaron parte de mis primeros libros.

HR: Sos ingeniero también, cómo se combinan estas dos facetas en un mismo hombre?

SG: Esta es una pregunta que me hacen siempre, tal vez porque genera cierta sorpresa la combinación de una actividad que se supone basada en lo racional y otra que se supone basada en lo emotivo. Yo no veo contradicción entre ambas: la ingeniería, y en particular las áreas de salud, seguridad y medio ambiente a las que me dedico, requiere de la comunicación como base para su desarrollo, y a la vez la poesía requiere, para poder considerarse elaborada, de una corrección exhaustiva que no es más que una racionalización de los sentimientos que fluyen en una primera versión. Tanto en mi poesía como en mi narrativa intento incorporar algunos conceptos técnicos que, entiendo, me permiten diferenciarme; y a la vez, como ingeniero utilizo recursos que podríamos llamar literarios (historias, parábolas, comparaciones) para hacer más fluida mi comunicación en el trabajo.

Muchos grandes escritores fueron también ingenieros (Dostoievski, Pushkin, Musil, Pynchon, Wittgenstein, Vian), y no vieron en ello ningún conflicto. Porque no hay un desdoblamiento: somos una única persona, con nuestras características y nuestras habilidades; una única persona que realiza múltiples actividades, todas con el mismo compromiso y la misma dedicación. Nadie cuestiona ni se sorprende si un abogado o un economista son también poetas. Y sin embargo, hay en eso tanta contradicción (o tal vez más) que con la ingeniería.

Libros editados: 

Tengo editados seis libros de poesía: "Retrato de Familia" (El Francotirador Ediciones, 1993), "Bacardi Carta Blanca" (El Francotirador Ediciones, 1995), "La metamorfosis del objeto" (Álgebra y Fuego, 2005), "Los padres de la patria" (El Mono Armado, 2010), "Camino en construcción" (El Mono Armado, 2015) y "El gato de Schrödinger" (El Mono Armado, 2018); una novela. "Manual del perfecto ingeniero" (Gogol, 2013) y dos libros de cuentos: "El hombre que miraba el mar desde una roca" (Lágrimas de Circe, 2017) y, ahora, nuevito, "Un Falcon azul metalizado modelo sesenta y siete" (Gogol, 2021).

HR: ¿ qué nos trae este nuevo Libro , porqué elegiste ese título

SG: Este libro contiene nueve cuentos escritos entre los años 2017 y 2020. El título es el de uno de los cuentos, y su elección no tiene mucha ciencia: entre los nombres de todos los cuentos, fue el que me pareció que podía tener más impacto, generar una mayor intriga, o un mayor interés en ver qué hay detrás de la tapa.

HR:  Tenés en cuenta al futuro lector cuando estás escribiendo?

SG: Cada lector es diferente, por lo cual tener en cuenta a un lector genérico mientras se escribe podría resultar pretencioso y reduccionista, además de demagógico. En todo caso, pienso en mí como lector: qué me gustaría encontrar a mí en una historia, o en un poema, y escribo siguiendo mi propio criterio estético. Si eso, además, gusta a otros, mejor.

Si admitimos que un texto puede tener infinidad de interpretaciones, tantas como lectores, pensar en un futuro lector como un colectivo indivisible es contradictorio. También es transformar a la literatura en un elemento más del mercado, en un producto que busca satisfacer antes los gustos de otros, y no los propios. Algo así como confundir a los lectores con consumidores de literatura.


IMAGEN Y SEMEJANZA


Una vez
llegó a mis manos
un pájaro
y lo desarmé
para entender cómo
funcionaba.
No tenía
instrucciones
así que
cuando volví
a armarlo
no funcionó
como yo
quería.
La vida viene
desarmada
y no trae
instrucciones.
Por eso yo
no funciono
como Dios
quiere.


                                   



HR: Contanos un poco más de tu nuevo libro, ¿qué vamos a encontrar en él, cual es la editorial, tendrá presentación?

S:G : "Un Falcon azul metalizado modelo sesenta y siete" es un conjunto de nueve cuentos que tuvieron su origen en un grupo formado por escritores de Mar del Plata, que nos reunimos con la excusa de comer un asado, tomar unas copas de vino y leer y corregir nuestros trabajos literarios, en ese orden de importancia. No hay un hilo o denominador común en estos cuentos; cada uno es una historia independiente y distinta. Sin embargo, hay ciertos puntos de contacto entre las tramas: todos los cuentos incluyen una historia de amor, o de desamor, y todos fueron escritos buscando quitarle a ese amor o desamor literario todo el romanticismo posible. Fue editado por Gogol, la editorial dirigida por el escritor Javier Chiabrando y con la cual ya he editado una novela, "Manual del perfecto ingeniero", en el año 2013. No tengo planificado hacer una presentación: no me convencen las presentaciones virtuales, y por el momento, pensar en algo presencial sería irresponsable.

HR: Año 2020, 2021, Pandemia, cómo se sigue escribiendo? Qué cosas se han movilizado en vos y que otras han permanecido estables.

S:G : En este último año he escrito poco. Sin embargo, no considero que esto sea un efecto de la pandemia, sino una necesidad de aminorar la marcha y buscar nuevos modos de expresión. Tengo terror a repetirme, y por eso cada tanto preciso distanciarme un poco de la literatura para buscar un nuevo camino para mi escritura. Y siento que esto tenía que ocurrir este año, y habría ocurrido con o sin pandemia.

Más allá de la literatura, hablar de la pandemia me cansa más que la pandemia misma.

HR: Qué lugar ocupa en tu vida la escritura, porqué escribís?

S:G: La escritura es una actividad más entre todas las que hago. A diferencia de muchos de mis colegas, no considero que la literatura sea imprescindible; de hecho, creo que la gran mayoría de la literatura que se hace (incluyendo, casi con seguridad, la mía) es totalmente innecesaria. Escribo porque me gusta, y cuando tengo ganas. Escribo porque tengo la vanidad de creer que tengo algo para decir, aunque ya los clásicos lo hayan dicho todo. Y sobre todo, escribo porque pienso que toda escritura está condenada al fracaso, y a mí me encantan las causas perdidas.

HR:  Sos bastante sincero o impiadoso respecto a la literatura pero ¿si no escribieras qué harías?

S:G : Para mí la escritura no es una actividad de tiempo completo; me aburriría eso, del mismo modo que me aburriría dedicar el 100% de mi tiempo a mi trabajo como ingeniero. O sea: la pregunta no debería ser realizada en potencial, ya que hago muchas cosas además de escribir, sobre todo porque la mayor parte del tiempo no escribo (Los lectores deberían estar agradecidos por eso). Por lo pronto, trabajo de lunes a viernes de 8 a 17.30, y a veces un poco más. Leo mucho, todo lo que puedo. Camino todos los días cerca de diez kilómetros. Seguramente, si no escribiera leería más, trabajaría más, caminaría más y, por qué no, dormiría más. Y perdería mi tiempo un poco más, también: es posible que no exista ninguna actividad tan placentera como perder el tiempo.

HR:  He leído varios de tus libros, me cuento como una gran admiradora tuya. Siento cierta estructura en tu poesía que es algo como un sello, una construcción casi de ingeniería que siempre detona en un final asombroso. Ahondas en la vida invitando al lector y luego sacudiéndolo.

¿Sos la misma persona después de escribir un poema?

SG: Soy la misma persona, siempre. Pensar lo contrario me resultaría un poco esquizofrénico. Ahora bien, entiendo que la pregunta está orientada a si la escritura me modifica no como persona, sino en cuanto a permitirme un crecimiento. Aun en ese caso la respuesta sigue siendo: sí. Por el contrario, no soy la misma persona después de leer un poema o un cuento o una novela que me llama la atención, o que "me vuela la cabeza". La lectura me modifica porque me permite un aprendizaje, mientras que en la escritura solamente estoy llevando ese aprendizaje a la práctica.

HR:  ¿Cuál es tu mirada respecto al Arte en el mundo de hoy?

SG: El arte fue siempre, y seguirá siendo, un reflejo de la época; y el artista su cronista. Pero hablar del arte en forma general implicaría pensar que todas las expresiones artísticas tienen (o peor: deberían tener) la misma posición, la misma mirada frente al mundo. Y la realidad es que hay tantas miradas como artistas, porque cada artista observa y enfrenta al mundo desde su propia experiencia, sus propias lecturas, sus propias influencias, su propia capacidad de aprendizaje. Los artistas piensan, en general, que su arte puede cambiar el mundo. Para mí es al revés: es el mundo, con sus cambios constantes, el que modela y cambia al artista. Pero no el mundo que nos muestran las noticias, sino el mundo personal, cotidiano, que puede o no reflejarse en esas noticias. El arte debería ser absolutamente libre, incluso libre de tomar o no una posición frente al mundo. Pensar diferente significaría pretender un arte unívoco, y eso lo haría aún más aburrido de lo que ya es.

Yo también te quiero- ( Fragmento ) Libro:  Un Falcon Azul metalizado.

Él duerme a su lado, con la boca levemente abierta y el pelo enredado sobre sus ojos. Es lindo. Es lindo y es joven, y la ha hecho sentir linda y joven. Ella lo mira dormir, sentada contra el respaldo de la cama, con los brazos alrededor de las rodillas dobladas, abrazándolas como si tuviera frío, aunque hace calor. Tiene casi cuarenta años, pero se mantiene muy bien. Tal vez sea por no haber tenido hijos que conserva la piel tersa, el pelo brillante y el cuerpo sin fisuras, y que puede estar hoy al lado de él, que apenas pasa los veinte. Y tal vez sea por eso que no duerme: para que el sueño no tape al sueño; para que el sueño no rompa al sueño. 

                                                               S. Giuliodibari







                                                          Nota por Daniela Tomé.

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