Ruidos ¿sentir-es sentidos?
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por Lic. Germán Rothstein
En la actualidad, muchas personas no logran escuchar su deseo y conectarse con sus sentir-es por el ruido que genera en sus mentes el discurso de otros, interferencia invasiva en diferentes planos.
A nivel social, el modelo de sistema del siglo XXI envuelve con gran ruido mediático, a través de diversos medios de comunicación como las redes sociales, TV, radio, etc. Esta reproducción incesante a modo de repetición automática y no pensante, penetra en el discurso cotidiano, transmitiendo qué pensar, cómo sentir, y cuáles deben ser las prioridades para "ser exitoso".
Modo poco saludable de pensar las prioridades:
"Hacer para no sentir, para no pensar en ser (uno mismo).
Haceres del deber social (estudiar, trabajar) que funcionan como excusas para escapar del miedo, del dolor, de la tristeza, de la angustia; y también para olvidar de darse un momento de disfrutar, de sentir placer, alegría y pasiones.
Hacer que hace "desaparecer", desviando la mirada, perdiéndose como sujeto que desea, siente, vive".
Sin quedarse atrás, retumba el estruendoso discurso de los otros más cercanos: los familiares con sus ruidos morales, mostrando relucientemente sus prejuicios: "cómo se debe ser, sentir y pensar".
Además, intentan imponer sus pseudo-deseos, creyendo poseer la mágica fórmula acerca de cómo ser exitosos y felices en la vida, arrasando y des-oyendo los deseos de un otro más débil (niños, adolescentes y adultos vulnerables).
En relación a lo antedicho, Crisálida se expresa en un escrito que se titula : "Déjenme"
"Yo sé que tienen las mejores intenciones, buscan las mejores palabras para decirme. Me equivoqué tanto que creo que aprendí lo que tenía que saber acerca de todo lo que me hacía mal, pero hoy no tengo ganas de estar bien. Así que déjenme rendirme, déjenme perderme y si esto no es bueno para mí no quiero saberlo. Dejen que pare de intentarlo, quiero dejar de luchar, ya no quiero sus buenos consejos o las 'razones' por las cuales debo estar bien. No saben cómo es de desesperante intentarlo todo el tiempo y que todo siempre sea igual, todo lo mismo repitiéndose en mi vida como una canción de ascensor cuando se vive en un departamento, esa que no toleras cuando llegas cansado del trabajo, de la escuela, de terapia. Mis pies se hunden, se empieza a mostrar en mí. Me observan hasta cuando escribo, no me digan lo que ven. Siento que tengo mala suerte y que no puedo cambiar nada, me frustra la idea de saber que, quizás, así sea toda mi vida".
Crisálida, refleja así fielmente su sentir desde su escribir.
¡Déjenme! No es un pedido de ser abandonada a su suerte, sino un dejarla ser para poder sentir y crecer, siendo acompañada y contenida, sin ser invadida.
Ante este ruido directo y poderoso de esos otros en la mente de los pacientes, suele hacerse lugar algún recuerdo de un momento sentido, de conexión con el propio deseo, que logró escapar y abrirse camino frente a tanta molesta interferencia.
Cuando esto sucede, las emociones no piden permiso, fluyen y se expresan con el poder de su espontaneidad sincera.
Sentir-es impostados caen y se desvanecen, cobrando primacía el propio sentir.
Lic. Germán Rothstein
Contribución escrita: Crisálida.
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